¿Y luego del coronavirus qué se vendrá? ¿Cuáles serán las próximas “amenazas” para la humanidad?

 

Rubén Alexis Hernández

 

En algún momento la pandemia por COVID-19 dejará de ser importante desde el punto de vista mediático y en otros ámbitos, para las pretensiones inmediatas de las élites y los Gobiernos a la cabeza del nuevo orden mundial en vías de consolidación. Entonces llegará a su fin la emergencia sanitaria, concebida y manejada en realidad como una plandemia, no sin antes haber sido de notable utilidad, hasta el punto que será recordada en cualquier tiempo futuro como una coyuntura o punto de inflexión de gran relevancia en la historia mundial, fundamental para contribuir a la formación de la corporocracia digital totalitaria.

 

Destáquese que el nuevo coronavirus ha sido considerado desde el 2020 como el enemigo de turno para la humanidad, una amenaza inminente a la que se le declaró la guerra, y como en toda guerra, las consecuencias variopintas han sido terribles, en especial desde el punto de vista socioeconómico, cortesía de los manejos perversos de la pandemia por parte de los Gobiernos, de rodillas ante los personajes más ricos del planeta Tierra. De manera que el patógeno en cuestión ha sido un enemigo necesario de primer orden para el Statu Quo, y por tanto una excusa perfecta para que los globalistas, en nombre de la defensa del bien “común”, hayan avanzado en el cumplimiento de sus perversos objetivos mundiales.

 

Ahora bien, dejando la pandemia de COVID-19 a un lado, ¿cuáles serán las próximas “amenazas “para la humanidad, que sirvan de excusas para que las élites globales y los Gobiernos pongan al mundo patas arriba para seguir fortaleciendo al nuevo orden internacional, en perjuicio claro de la gran mayoría?, ¿qué emergencias o crisis “justificarán” su manejo nefasto y perverso, y la puesta en práctica de medidas gubernamentales negativas en todo sentido para los ciudadanos de a pie? Al respecto, la baraja de opciones podría incluir: La “invasión” alienígena, el “inminente” impacto de un meteorito u otro cuerpo espacial en la Tierra, el surgimiento de otras pandemias, la ocurrencia de catástrofes naturales, las consecuencias del cambio climático global, el “ataque zombi” a escala planetaria, la caída en los sistemas de electricidad (grandes apagones) y de internet, el estallido de una guerra de notable alcance geográfico (III guerra mundial) y el advenimiento del “apocalipsis”.

 

Como se aprecia en el párrafo anterior, algunas amenazas son ficticias y otras son reales, pero cualquiera, por absurda que pudiera parecer, sería utilizada por los Gobiernos para controlar aún más a los ciudadanos comunes y perjudicarles en todo sentido, mediante la inducción del pánico colectivo, la oscura manipulación mediática y la ejecución de diversas medidas irracionales, injustas, inconstitucionales, discriminatorias y excluyentes. Es así como cada enemigo necesario o peligro verdadero o no para la humanidad, de acuerdo a lo que estimen los globalistas, evidentemente será utilizado (solo o con otros a la vez) en lo sucesivo para facilitar la consolidación del nuevo orden mundial corporocrático-digital-totalitario, tal como ha pasado con la pandemia por COVID-19.

 

Consideremos, por ejemplo, los casos de una supuesta invasión alienígena y del cambio climático global. La primera es ficticia por donde se le vea, teniendo en cuenta que, si unos alienígenas hubieran querido invadirnos, hace tiempo habrían actuado. Ahora bien, esto no es impedimento para que desde las altas esferas pudieran simular una invasión al más puro estilo hollywoodense, facilitada por el hecho de que durante muchos años se ha condicionado mentalmente a centenares de millones de personas, por medio de la difusión de numerosas películas, documentales y otros textos sobre asuntos relacionados con alienígenas. Por desgracia, muchos ciudadanos pudieran llegar a creer en la “invasión” gracias a un montaje aeroespacial y al miedo inducido día tras día por los “medios de comunicación”; en el proceso los Gobiernos actuarían internacionalmente de manera coordinada y perversa contra la humanidad, irónicamente en nombre de defendernos del “peligro” que los alienígenas representarían para la existencia misma del hombre.

 

En cuanto al cambio climático global, aunque algunos crean que se trate de un invento de los globalistas y de los así llamados progresistas, es un peligro real para la vida en el planeta, y hay suficientes evidencias cuantitativas y cualitativas a escala mundial, nacional y local, que así lo demuestran.  Ahora bien, este preocupante fenómeno ya está siendo usado por las élites como excusa para acelerar la consolidación del nuevo orden mundial corporocrático-digital-totalitario; la supuesta lucha de los poderosos contra el cambio climático global es uno de los pilares de la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible, siendo un factor de primer orden para impulsar importantes cambios, con consecuencias profundas en los más diversos ámbitos. En cuanto al uso masivo de nuevas energías, por ejemplo, la Agenda 2030 plantea que las energías verdes deben sustituir progresivamente a las altamente contaminantes, como las asociadas a la explotación de hidrocarburos. Claro está que el interés de los globalistas no es precisamente salvar al planeta, considerando por un lado que lo que buscan en primer lugar es seguir obteniendo elevados beneficios económicos a como dé lugar, ahora como “defensores” de la vida en la Tierra, y por otro lado que las tales energías verdes, cuando puedan utilizarme masivamente (la hidroeléctrica es de consumo masivo desde hace mucho tiempo), tendrán, desde su producción hasta su distribución y empleo, un impacto negativo en el medio ambiente, no en la magnitud del generado por los combustibles fósiles, pero impacto al fin:

 

“A continuación te hablaremos de cómo contaminan el medio ambiente las energías renovables:

 

La energía geotérmica puede llegar a ser muy peligrosa en el caso de que se arrastren hasta la superficie gases y metales tóxicos.

Los aerogeneradores de la energía eólica crean contaminación visual en paisajes, normalmente, naturales. Al mismo tiempo pueden convertirse en trampas para miles de aves que mueren en sus aspas.

Dentro de la energía hidráulica, la minihidráulica es aquella que produce un impacto menor, sin embargo, las grandes presas de agua crean grandes pérdidas en la biodiversidad de la zona, generan gas metano si la materia vegetal no se retira, pueden ser causa de pandemias, pueden ubicarse en zonas de valor natural o paisajístico, hacen más salinos los cauces de los ríos.

El principal problema de la energía mareomotriz son los altos costes que supone su instalación, que pocas veces lo hacen viable. Por otro lado, suponen un importante impacto a nivel visual sobre los paisajes costeros, es decir, contaminación visual.

La biomasa produce contaminación ambiental, puesto que su combustión genera dióxido de nitrógeno y otros agentes contaminantes. Además, si se cultivan tierras para su desarrollo se dejan de destinar a otros tipos de cultivo más productivos.

Seguramente, la energía solar es la menos contaminante en todos los sentidos, no obstante, el tiempo que tarda en ser amortizada es muy grande” https://www.ecologiaverde.com/las-energias-renovables-contaminan-el-medio-ambiente-1061.html

 

Para colmo, el acceso del ciudadano común a las energías verdes será costoso, tal como ya viene siendo el disfrute del servicio de la electricidad generada por el agua. En realidad, un bajo porcentaje de la población mundial podrá consumir de forma regular uno o más tipos de energía verde. Tristemente los globalistas han vendido la idea de que las energías verdes serán la panacea en todo sentido, amigables con los ecosistemas y disponibles fácilmente para toda la humanidad. Y en base a esta utopía continuarán presionando (o negociando) a los Gobiernos para que sigan adoptando medidas absurdas, nefastas, discriminatorias y excluyentes de cara a cumplir la Agenda 2030 y seguir avanzando en la construcción del nuevo orden mundial corporocrático-digital-totalitario. En este contexto, se pudiera implantar una especie de cálculo electrónico personalizado de emisión de dióxido de carbono, que excluiría a todos aquellos ciudadanos que no cumplan con el estándar numérico mínimo establecido, del acceso a alimentos, a otros rubros y a distintos servicios; entonces quedarían prácticamente desechados de la sociedad en nombre de la “defensa” medioambiental y del “bien” común en el orbe.

 

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