El nuevo orden mundial, la sociedad digital y la censura a la orden del día
Rubén
Alexis Hernández
En
el marco de la construcción acelerada del nuevo orden mundial criminal, en
plena pandemia de COVID-19, se ha profundizado la censura y la autocensura
respecto a toda aquella información que de una u otra forma no sea conveniente
para los intereses de los delincuentes a la cabeza del totalitarismo global que
pretende consolidarse. Con la sociedad digital como aliada, los
globalistas-tiranos han aplicado la censura a diestra y siniestra a muchos medios de
comunicación y redes sociales, y han logrado mediante diversas formas de
presión y chantaje, que numerosos sitios periodísticos en la internet, por
ejemplo, se autocensuren y dejen de publicar una enorme cantidad de escritos
que cuestionan todo el desastre variopinto derivado de la emergencia sanitaria
y su manejo perverso por parte de las élites y los Gobiernos.
Hoy, la sociedad digital en favor de las élites dispone de las herramientas, tecnologías y dispositivos necesarios para controlar en gran medida la circulación de la información a escala global. Y en el proceso es relativamente fácil evitar que se publiquen contenidos digitales contrarios al Statu Quo, o eliminar los que ya han sido publicados, al menos de manera más sencilla que en el caso de los textos en físico (en papel). Irónicamente estamos en una etapa de la historia de la humanidad, en la que gracias al internet de alta velocidad el flujo de la información es inmensamente voluminoso, masivo y abrumador en tiempo real; por desgracia también es abrumador el control gubernamental ejercido sobre las comunicaciones, haciéndose el seguimiento de todo aquello que se publica en cuanta empresa o medio de comunicación electrónicos hay, incluidas las redes sociales. Adicional a esto, se ha ido penalizando la libertad de expresión, hasta el punto de encarcelar y enjuiciar, o amenazar con hacerlo, a quienes han publicado contenidos supuestamente ofensivos o incitadores al odio, o incluso a quienes simplemente han dado su visto bueno a ciertas publicaciones (con me gusta o 'like'), o las han compartido.
Hoy,
como no ha pasado antes en la historia de la humanidad, el auténtico
periodismo, el no vendido al mejor postor, está en peligro de sucumbir ante la
enorme presión ejercida por el Statu Quo. Incluso numerosos medios que
supuestamente han estado inclinados hacia la izquierda, al menos en teoría, han
aplicado la autocensura de forma descarada, y quienes los dirigen terminan
escudándose siempre en ‘hackeos’ o ataques cibernéticos. En este contexto valga
advertir que cada vez son menos los artículos críticos que son publicados, aun
en sitios electrónicos aparentemente más comprometidos con la defensa de la
libertad de expresión. El miedo y la complacencia para con los de arriba terminan
imponiéndose, y la verdad agoniza día tras día.
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