Los daños emocionales-mentales del confinamiento por COVID-19
Rubén Alexis Hernández
Entre
los tantos perjuicios del manejo perverso de la pandemia por las élites y los
Gobiernos mundiales, destacan los daños emocionales-mentales a buena parte de
la humanidad, derivados del confinamiento obligatorio e irracional, justificado
en parte por el supuesto peligro del nuevo coronavirus para la sociedad global.
Tanto ha sido el impacto de estos daños, que las mismas autoridades reconocen
que se está forjando una nueva "normalidad", tratando de que la ciudadanía se
acostumbre cada vez más a una limitada libertad de tránsito, encerrada el mayor
tiempo posible en sus residencias y lugares de trabajo. Por desgracia muchos
han sucumbido psicológicamente, y no pocos llegaron al extremo de acabar con
sus vidas.
Ahora
bien, en el caso de los niños las consecuencias del confinamiento y del miedo
impuesto por el aparente gran peligro que representaría la infección por el nuevo coronavirus para la
humanidad, han sido mucho peores. Indudablemente han sido perjudicados en
cuanto a su desarrollo emocional y cognitivo, sin poder interrelacionarse y por
tanto disfrutar de su infancia a plenitud, sin las limitaciones “normales” que
impone el Statu Quo a los jóvenes y adultos. Considérese, por ejemplo, que cada
vez son más comunes los casos de pánico en los más pequeños de la casa,
asustados casi por cualquier cosa, sin muchos deseos de salir a la calle y
preocupados de forma exagerada no solo por su bienestar corporal y mental, sino
por el de sus padres y otros familiares. Y ni hablar de la ausencia de clases
presenciales, factor que ha contribuido a que los menores estén cada vez más
acostumbrados al encierro en el hogar, y a que el regreso a las aulas les vaya
a afectar de diversas maneras, pues no es lo mismo recibir una formación
educativa en persona que a distancia, vía online o telemática.
En
términos generales, estas son las principales consecuencias psicológicas del
confinamiento forzado en los niños:
“Los
problemas de salud mental en menores no solo tienen que ver con el miedo a un
virus invisible, sino también con el distanciamiento social; la incapacidad
para desarrollar las actividades cotidianas y participar en acciones
gratificantes durante este periodo pueden ser desafiantes para niños y adolescentes
e impactar negativamente en la capacidad para regular con éxito tanto el
comportamiento como las emociones.
La
relación entre largas cuarentenas y mayor angustia psicológica puede
manifestarse como pesadillas, terrores nocturnos, miedo a salir a la calle o a
que sus padres vuelvan al trabajo, irritabilidad, hipersensibilidad emocional,
apatía, nerviosismo, dificultades para concentrarse (…). La incertidumbre del
retraso académico generado este año puede dar lugar a ataques de ansiedad o
crisis de angustia, que de cronificarse, podrían convertirse en trastornos de
pánico con agorafobia o sin ella.
El
primer estudio realizado a una población infantil española concluyó que 89,0 %
de los niños presentaban alteraciones conductuales o emocionales como resultado
del confinamiento. En investigaciones realizadas acerca de las consecuencias
psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento, ha llamado la atención de los
autores la existencia de un mayor porcentaje en los más jóvenes de
manifestaciones, tales como: malestar psicológico, aumento de los niveles de
ansiedad, depresión y estrés, problemas de concentración e irritabilidad”
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1029-30192021000100123
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