El control y la discriminación en nombre de la pandemia no tienen límites

 

Rubén Alexis Hernández

 

La pandemia por COVID-19 y su manejo erróneo y malintencionado por una minoría, ha dejado consecuencias nefastas para la humanidad en diversos aspectos, y controles y restricciones al por mayor cortesía de los Gobiernos y las élites, que supuestamente nos están protegiendo de un enemigo peligroso, y por tanto han tenido que actuar como lo han hecho. Han llegado al extremo de restringir el acceso a lugares públicos y privados a quienes no posean el certificado de información sobre la enfermedad por el coronavirus, en formato físico o electrónico, o que en general no cumplan con ciertas medidas y exigencias absurdas. A grandes rasgos se ha prohibido el ingreso a restaurantes, bares, gimnasios, bancos, centros comerciales, hospitales, instituciones públicas y otros, de ciudadanos comunes que no están vacunados, que están supuestamente enfermos por el coronavirus (con algunos síntomas gripales), o que no han demostrado por medio de las pruebas de detección de la enfermedad, un resultado negativo reciente. Desde arriba han proyectado, por ejemplo, la vacunación obligatoria incluso para niños, pero como muchos se han negado, y con razón, entonces los poderosos han apelado a la presión y al chantaje.

 

Claramente irracionales, draconianas, discriminatorias, excluyentes y anticonstitucionales son las medidas restrictivas “anti-covid”, considerando por un lado que la tal vacuna, si así se le puede llamar, ha sido el resultado dudoso de experimentos extraños realizados a pasos acelerados, en medio de una fuerte competencia entre empresas farmacéuticas por sacarla al mercado más rápido y así obtener fabulosas ganancias, y de la sospechosa urgencia de los Gobiernos para “inmunizar” de manera forzada a la población, violando derechos y libertades de forma descarada. De hecho, la aplicación de la “vacuna” ha demostrado que los efectos adversos de la misma prevalecen sobre la seguridad que pudiera brindar el producto en cuestión; más aún, está bien evidenciado que numerosas personas han enfermado tras la inyección de la dizque vacuna (vaya "inmunización"), otras han tenido graves consecuencias de salud y no pocas han fallecido.

 

Por otra parte, es importante señalar que no toda persona con síntomas gripales y/o con pruebas positivas para la enfermedad por el coronavirus, ha sufrido la patología. De hecho han sido muchísimos los casos de positivos para la prueba de COVID-19 en el mundo entero, sin que el individuo haya tenido la enfermedad (falsos positivos), lo que evidencia que oficialmente el número de afectados ha estado por encima de las cifras reales, siendo esto de gran utilidad como justificación de los Gobiernos para su proceder barbárico y tiránico contra las sociedades. En este punto hay quienes incluso dudan que la infección acá referida exista, o sostienen que fue sobredimensionada perversamente. Además las pruebas de detección en la mayoría de los países son costosas, difícilmente accesibles para el bolsillo de los pobres.

 

Para empeorar el panorama a causa de los controles y las restricciones “anti-covid”, está claro que la humanidad se verá afectada en todo sentido, al no poder movilizarse libremente en espacios concurridos sin cumplir con las nomas y exigencias draconianas. En este marco la discriminación y exclusión laboral, educativa y sanitaria están a la orden del día para quienes no se terminen de someter a los amos del planeta; el elevadísimo desempleo y la creciente pobreza y miseria, el notable ausentismo escolar y la carencia de atención médica básica, definirán en buena medida el futuro de gran parte de la población mundial si no hay una reacción masiva, contundente y prolongada contra los controles y las restricciones absurdas.

 

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