Las rebeliones espontáneas contra el nuevo orden mundial
Rubén Alexis Hernández
La
actual pandemia por COVID-19 y sus terribles consecuencias sociales y
económicas en el mundo entero, han acelerado la construcción del nuevo orden global corporocrático-totalitario-excluyente, y, como era de esperarse,
impulsaron masivas protestas callejeras en diversos rincones del orbe. Estas
protestas, que ocurrieron o están ocurriendo en naciones como Colombia, Estados
Unidos, Perú, Chile, Ecuador, México, España, Francia, Alemania, Bélgica,
Líbano e Israel, se han caracterizado en la mayoría de los casos, por su
espontaneidad, en el sentido que han sido estallidos populares o insurrecciones
en busca de cambios profundos-estructurales, sin la presencia de vanguardias y
por tanto sin la participación directa ni indirecta de los partidos políticos,
por ejemplo.
Dicha
espontaneidad explica en buena medida como numerosas rebeliones en curso
mantienen su fuerza, contundencia y carácter masivos, suficientes para al menos
asustar a los poderosos de momento. En cambio la intervención o infiltración de
los partidos políticos y de otros grupos u organizaciones que de una u otra
manera forman parte del Statu Quo, sería negativa y liquidaría las
insurrecciones o las transformaría en movimientos inofensivos para los Gobiernos
y las élites. Y es que las fulanas vanguardias a lo largo de la historia no han
jugado nunca para el equipo de los de abajo, y solo han aparentado estar
interesadas por las necesidades de las masas, para obtener beneficios
particulares y para evitar que el malestar social se salga de control (muro de contención) y ponga en peligro
la estabilidad de los Estados y del orden institucional proelitesco.
Respecto
a los partidos políticos, se evidencia una mayor pérdida de prestigio social en
medio de la emergencia sanitaria por el coronavirus, en parte por los manejos gubernamentales
erróneos y perversos de esta crisis; los mensajes de sus dirigentes, aún de los
de “izquierda”, apenas son bien recibidos por un puñado de la población de cada
país, mientras que todas aquellas personas involucradas en las protestas
antisistema, aborrecen a más no poder la típica demagogia y el populismo de
individuos a los que ha importado un comino el bienestar de la mayoría, cada
vez más empobrecida y hundida en la desesperanza. En realidad los miembros de
los partidos no son más que “intermediarios” entre la ciudadanía común y los
Estados, y han desempeñado un claro papel en favor de los intereses estatales y
de las élites. En consecuencia está claro que las actuales rebeliones contra el
nuevo orden mundial en ciernes, serán genuinas y útiles en contra de la
opresión del neoliberalismo global, siempre que no intervengan elementos
contrarios a las necesidades de los de abajo, como las organizaciones políticas.
Sólo
los ciudadanos de a pie de todo el orbe, los más perjudicados por las
consecuencias derivadas de la pandemia y de la crisis económica prolongada,
podrían revertir el nuevo orden mundial criminal, luchando de forma espontánea,
pero organizada y contundente, contra los poderes económico, político, militar
y religioso, y así generar las condiciones para el surgimiento de un mundo
justo, solidario, incluyente, equilibrado, armónico y verdaderamente humano.
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