¿El fin de la sanidad pública a la vista?
Rubén Alexis Hernández
La pandemia por COVID-19 y sus desastrosas consecuencias en el planeta entero, ha evidenciado la lamentable situación de la sanidad pública, en el contexto del nuevo orden mundial corporocrático-neoliberal en avanzada construcción, caracterizado, entre otras cosas, por la progresiva privatización completa de casi todo en la sociedad. En este sentido cabe advertir de la cada vez menor disposición de recursos por parte de los Estados para la inversión social, como en el caso de la sanidad, poco asistida en los últimos tiempos por los Gobiernos. Resulta que un sistema vital como es el de la salud, al ser proyectado por los altos capitalistas como otro negocio bien rentable, ha dejado de recibir el dinero estatal necesario para seguir brindando una atención de cierta calidad a los ciudadanos de abajo; esto se ha notado con claridad durante la actual emergencia sanitaria, en que hospitales y otros centros asistenciales públicos han sido desbordados por la magnitud de la pandemia, incluso en países con economías fuertes:
“’(…) una sanidad pública que ha perdido en las últimas décadas gran parte de su capacidad de respuesta a una crisis como la vivida en estos meses’ (…)
Una sanidad que ‘carece de recursos debido a la austeridad y la captación cada vez mayor de fondos públicos por parte de proveedores con fines de lucro’.
Estas tendencias, que ya resultan mortales en tiempos ordinarios, han tenido ‘implicaciones desastrosas’ para la capacidad de los sistemas de salud y atención en tiempos de pandemia.
‘Los recortes en el presupuesto de salud han provocado escasez de personal y reducción del número total de camas hospitalarias, mientras que el aumento de los hospitales privados va de la mano de una caída de las camas de cuidados intensivos, que son menos rentables para las empresas’” https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/privatizacion-sanidad-aliado-letal-covid-19-residencias-lobbies-aumento-mortalidad-sanidad-publica
Es tal el deterioro de la sanidad pública en el mundo, que un elevado número de centros asistenciales no dispone siquiera de algunos insumos básicos, o no los hay en cantidades suficientes. Además el personal sanitario se ha reducido considerablemente por los bajos salarios y las deplorables condiciones laborales, y el que queda (salvo honrosas excepciones) atiende a los usuarios, pobres en su gran mayoría, sin el debido interés, sin calidad humana y con desdén. Para colmo, hay hospitales y ambulatorios que no tienen en funcionamiento equipos fundamentales para diagnosticar numerosas enfermedades, sin posibilidad de ser reparados o reemplazados a causa de la escasez de fondos estatales disponibles, en parte por los oscuros manejos administrativos de los dirigentes del sector salud, que se han relacionado de una u otra forma con intereses particulares.
En cuanto a Venezuela, por ejemplo, se evidencia una condición notablemente crítica respecto a la sanidad pública, debido en buena medida a las sanciones y bloqueos cortesía de Estados Unidos y algunos de sus aliados, y a la corrupción de dirigentes de derecha y de “izquierda” vinculados con la administración del sistema de salud. Exceptuando la atención prestada a la pandemia en la nación suramericana, o eso se supone, ha sido prácticamente abandonada la sanidad por el Estado, hasta el punto que es una enorme desgracia para un pobre enfermarse de lo que sea en Venezuela. Si ese pobre tiene la suerte de ser visto por un médico en un centro asistencial público, no la tiene a la hora de ser sometido a algún procedimiento para diagnosticar o tratar, como una tomografía o una cirugía menor o mayor, y al momento de tener que adquirir medicamentos. Las tomografías y las cirugías son aún gratuitas en los centros asistenciales del Estado, pero en general los tomógrafos no funcionan y los pacientes deben esperar un largo período para ser operados y aportar insumos básicos necesarios para las intervenciones quirúrgicas. Y las medicinas solo se consiguen en las empresas conocidas como farmacias (algunas de ellas son más unos centros comerciales que otra cosa), a costos inaccesibles para el ciudadano común, incluso unos simples analgésicos.
Tras lo reseñado en los párrafos precedentes, parece obvio que a medida que se va consolidando el nuevo orden mundial, más capitalista que nunca, se acerca el final del sistema de salud público en el mundo, como parte de la liquidación progresiva de la seguridad social. Sería mucho más excluyente la atención sanitaria, disponible solamente en instituciones de carácter privado, y por tanto al alcance apenas de una minoría. Una sentencia de muerte en cierta medida para los pobres y miserables de la Tierra, que tendrían que prevenir enfermedades en la medida de sus posibilidades, y en caso de enfermarse o lesionarse estarían obligados a curarse o intentar hacerlo por sus propios medios, porque jamás volverían a ser atendidos por médicos, convertidos plenamente en unos mercaderes. Parece exagerado lo aquí expuesto, pero todo apunta a que de no haber una reacción masiva global contra la corporocracia totalitaria que se fortalece día tras día, el interés económico-neoliberal prevalecerá por completo y estará por encima de cualquier ámbito social, institucional, administrativo, jurídico, político-territorial y pare de contar; y en este marco el derecho a una salud de calidad será únicamente un privilegio de los ricos.
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