Los trabajadores, el coronavirus y el nuevo orden mundial
Rubén
Alexis Hernández
La pandemia de COVID-19 y su manejo perverso por las élites, ha dejado
efectos devastadores para la economía de buena parte de la humanidad, en especial para la del
grueso de los trabajadores en todos los rincones del orbe: centenares de
millones de pérdidas de puestos laborales, reducción drástica de ciertos
beneficios, recortes a más no poder, y en general el deterioro notable de la
calidad de vida, hasta el punto de arrastrar a muchos a la miseria. Como pocas
veces en la historia, la catástrofe sanitaria de turno ha dejado una notable
estela de destrucción económica, pobreza, exclusión, desesperanza y
desconfianza en el porvenir. La semiparalización económica y la ejecución de
diversas medidas gubernamentales y empresariales en el marco de la pandemia,
han beneficiado al gran capital global-corporativo y perjudicado a las medianas
y pequeñas empresas, y a los trabajadores dependientes en el sector público y
en el privado.
“Alrededor
de 150 millones de personas en países en desarrollo podrían volver a la pobreza
extrema en 2021 como consecuencia de la devastación económica provocada por la
pandemia del coronavirus, según fueron informados este jueves (29.01.2021) los
delegados del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) de Davos,
que este año tiene lugar de forma virtual (…)
El
informe advierte de que ‘las pérdidas de empleo, una creciente brecha digital,
la disrupción de las interacciones sociales y los giros abruptos en los mercados
podrían llevar a consecuencias graves y oportunidades perdidas para una gran
parte de la población mundial’ (…)
Según
los datos de la OIT hechos públicos esta semana de cara a la cumbre de Davos,
durante la pandemia se ha perdido el equivalente a 255 millones empleos a
tiempo completo en todo el mundo. La cifra es cuatro veces mayor que la de la
crisis financiera de 2008-2009 y representa el 8,8% de las horas de trabajo
globales”.
Como
era de esperarse, las élites planetarias han intentado proteger sus intereses
ante la crisis sanitaria por el coronavirus, a costa evidentemente del
bienestar de centenares de millones de empleados, que han perdido sus trabajos
o han sido afectados por la limitación creciente de sus relativamente amplios
beneficios salariales-laborales, y en consecuencia han visto como empeoran sus
condiciones de vida. Por desgracia el panorama no es para nada alentador de
cara a los próximos años y décadas de no haber una reacción popular desde abajo
que tenga la última palabra, considerando la posible consolidación del nuevo
orden mundial basado en la corporocracia neoliberal-totalitaria, más excluyente
y empobrecedor por razones como las siguientes:
a.-
El alto capital intentará prevalecer como nunca en la historia del capitalismo,
y obviamente la mejora del panorama salarial-laboral y el aumento de la masa
trabajadora no están en la agenda para este neoliberalismo mundial en vías de
consolidación. El nuevo orden en ciernes tratará de crear condiciones cada vez
más favorables para los intereses de las élites comercial, industrial y
financiera; para ello se llevarían a cabo medidas para terminar de desmantelar
los marcos jurídicos laborales, por ejemplo. Una especie de reseteo económico
se trata de realizar, e inevitablemente podría conducir a una mayor
concentración de los medios de producción y de dinero en pocas manos, y a que
la pobreza y la miseria en el mundo alcancen sus niveles más elevados en la
historia del planeta. El pago de salarios cada vez más bajos y la
flexibilización laboral serían muy comunes. El nuevo orden sería totalitario,
entre otras cosas, porque nada estaría por encima del beneficio económico de la
minoría, menos aún las necesidades de los trabajadores.
b.-
En el nuevo orden lo supranacional se impondría totalmente a las diversas y
complejas realidades nacionales, regionales y locales, y por tanto asuntos como
los derechos laborales ya no serían atendidos por las jurisdicciones que hasta
ahora se han encargado de ello, aún cuando se trate de una demanda municipal. Ciertamente
pudiera seguir existiendo la institucionalidad correspondiente a diferentes entidades
político-territoriales, pero de hecho carecería de una función concreta como
tal, considerando que tales entidades ya no tendrían la menor importancia
respecto al orden supranacional. Sin duda alguna la corporocracia o Gobierno de las
corporaciones pretende consolidar una realidad global variopinta, para lo que
es necesario destruir o al menos reducir al mínimo la operatividad social,
económica, jurídica, política y administrativa en los ámbitos nacional,
regional y local. Sería el triunfo definitivo de la mal llamada Globalización,
en la que los trabajadores dependientes estarían más desatendidos y
desprotegidos que nunca, sin marcos legales que les puedan ayudar, como no sean
los de organismos o instituciones mundiales sin ningún interés real en defender
los derechos salariales-laborales.
c.-
La pandemia por el coronavirus y la adopción de medidas extremas como el
confinamiento y el distanciamiento social, han acelerado la formación de una
sociedad digital-cibernética, punto culminante de la IV Revolución Industrial,
que va de la mano con el orden mundial corporocrático, y que sin duda alguna
pretende consolidarse tras la emergencia sanitaria. Sociedad digital o virtual
que desde el punto de vista de los trabajadores solo sería positiva para
aquellos emprendedores cualificados, capaces de salir adelante mediante labores
on-line con empresas convencionales o
tecnológicas-informáticas. Mientras que para los empleados se trataría en gran parte de una
realidad excluyente, desigual e injusta en sí misma, considerando por un lado
que la necesidad de mano de obra sería cada vez menor, pues las computadoras y
robots, entre otros dispositivos y aparatos electrónicos-cibernéticos
desplazarían de forma progresiva a millones y millones de humanos y harían
inviable la contratación de nuevos trabajadores, incluso cualificados. Además las máquinas tienen la ventaja de que
no protestan ni se rebelan por sus derechos salariales-laborales al no tener
conciencia propia:
“En
la nueva era de la automatización, las computadoras y los robots realizan las
tareas rutinarias con mayor eficacia y menor costo que los seres humanos; pero
además pueden evaluar esquemas tácticos, conducir automotores y hasta sentir.
De esta manera, contribuyen a aumentar la productividad y otros beneficios,
tanto en los negocios individuales como a nivel de las grandes empresas (…)
La investigadora Dalia Marin, catedrática de
la Universidad de Munich, sostiene en un paper (2014) que tecnología y
cualificación no son procesos complementarios sino sustitutivos, de manera que
las máquinas reemplazarán también a los trabajadores cualificados y no solo a
los que realizan tareas rutinarias (Alvarez, 17 de setiembre de 2018).
Un
estudio de la organización McKinsey Global Institute (MGI) en el que participaron
expertos del Departamento de Economía de Oxford y del Banco Mundial pronosticó
que, debido a la automatización, entre 400 y 800 millones de personas perderán sus
puestos de trabajo en el 2030 (Alvarez, 17 de setiembre de 2018, s/p)” http://www.scielo.org.bo/pdf/racc/n26/n26_a10.pdf
Por
otra parte la famosa sociedad digital-cibernética que podría consolidarse en la
era post-covid, sería una realidad indiferente en su totalidad respecto a los
derechos salariales-laborales, como no podría ser de otra forma con el
advenimiento de la corporocracia neoliberal. En este sentido cabe preguntarse, ¿cómo
se determinaría el pago de la mano de obra cualificada?, ¿a quienes reclamarían
los trabajadores cuando, por ejemplo, se hagan recortes en los sueldos o se
despida sin justificación?, ¿qué institucionalidad real garantizaría el
cumplimiento de los contratos, teniendo en cuenta la inoperatividad progresiva
a escala nacional, regional y local?, ¿una especie de jurisdicción laboral
digital, de carácter mundial, al menos atendería por simple formalismo las
inquietudes y quejas de los empleados?
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