Contra la crisis global, una rebelión global desde abajo
La
crisis global a raíz en buena medida de la pandemia por COVID-19 y su manejo
perverso por los Gobiernos mundiales, en claro apoyo a la élite económica,
comprende la quiebra de muchísimas empresas pequeñas y medianas, la casi
destrucción de aparatos productivos estatales, la pérdida de centenares de
millones de empleos, la proliferación del trabajo informal, una inflación bien
elevada, el refinanciamiento de las deudas externas, la reducción notable de la
inversión social y una pobreza y miseria quizá sin precedente en la historia.
Un panorama bien oscuro el actual y lo que se viene no es precisamente algo
mejor, considerando que el nuevo orden mundial en ciernes pretende
consolidarse, y con ello el Gobierno de las corporaciones o corporocracia,
neoliberal, totalitaria, opresora, excluyente, desigual y ecocida a más no
poder, en la que se profundizaría la concentración de los medios de producción y
de cambio en pocas manos, mientras que un mayor número de seres humanos tendría
que conformarse con muy escasos recursos financieros. Incluso podría acelerarse
la destrucción de la vida animal y vegetal en el planeta, y con ello la extinción
del Homo “Sapiens”.
Para
colmo está en plena construcción la sociedad digital-cibernética en el marco de
la IV Revolución Industrial, que ha recibido un gran impulso durante la
emergencia sanitaria gracias a medidas como el confinamiento y el
distanciamiento social. Estaríamos a las puertas del triunfo de la
automatización casi completa de todo aspecto en la vida pública y privada y del
uso masivo de dispositivos electrónicos, máquinas supermodernas, herramientas
de punta, elementos innovadores y robots para, entre otras cosas: a) vigilar y
controlar estrechamente a la población; b) dar origen y fortalecer a empresas
de tipo informático-tecnológico, en especial las que manejan un elevado
capital, consolidándose así una especie de oligopolio electrónico-virtual; c)
acelerar cada vez más la movilización de grandes cantidades de dinero, bien
como ganancias o pérdidas; d) continuar con el desplazamiento de los humanos en
diversos ámbitos, en especial en el laboral, profundizándolo de forma
extraordinaria; e) lograr transformaciones físicas más notables en numerosos
individuos (creación de ‘cyborgs’, por ejemplo); f) concretar una especie de
relacionamiento masivo on-line o a
distancia como una situación cotidiana normal, por encima de la interacción
social directa hasta hoy conocida; g) ‘virtualizar’ en gran medida el acceso a
áreas prioritarias como la salud y la educación, y a los servicios básicos. En
términos generales, esta sociedad digital-cibernética en avanzada formación, va
de la mano con el nuevo orden mundial corporocrático-totalitario que trata de
ser consolidado, e irá aportando su “grano de arena” negativo en cuanto al
desempleo, a la pobreza y miseria, a la desarticulación social y a la
deshumanización sin precedentes. Una sociedad muy excluyente y desigual, sin
comparación con otra del pasado, a pesar de la defensa que de ella hacen los
‘gurúes’ de la automatización; en sí mismo el mundo digital-cibernético
excluiría a numerosos ciudadanos, considerando, a grandes rasgos, la prevalencia
del analfabetismo tecnológico y el elevado costo de equipos de computación, de diversos dispositivos electrónicos, de teléfonos
“inteligentes” y de un buen servicio de internet.
Ante
el terrible panorama descrito en los párrafos anteriores, es lógica la reacción
social común en todos los rincones del orbe, intentando evitar que los
poderosos continúen con sus perversos planes económico-sociales y de otras
índoles. Y aunque la resistencia activa, mediante diversas formas de protesta y
algunas propuestas de cambio, es por ahora de baja intensidad y con una
relativamente escasa participación popular, como para considerarse una rebelión
global masiva, es indudable la presencia de una creciente inconformidad
ciudadana con la tragedia que vivimos. Lo que pasa en Colombia y en otros países
de América, por ejemplo, es una clara evidencia de que la mayoría, conformada
por los de abajo, no piensa dejar que la sigan pisoteando las élites (los de
arriba) en defensa de sus oscuros intereses; posiblemente las reacciones irán
incrementándose en toda la Tierra, y en definitiva pudieran liquidar al
capitalismo a largo plazo y forjar una nueva concepción de vida, económica,
social y ecológicamente solidaria y equilibrada.
Algunas
de las respuestas sociales en el globo a la crisis internacional agravada por
la pandemia de COVID-19, tienen que ver con un posible colapso del orden
capitalista superindustrializado-extractivista, debido a desastres de todo tipo
que acabarían con el mundo como lo conocemos hasta ahora. La creencia de que
ocurrirán otras pandemias, guerras mundiales y/o megacatástrofes climáticas,
económicas, socioecológicas o químicas, han impulsado como nunca el llamado ‘survivalismo’
o ‘supervivencialismo’, forma de vida consistente en el establecimiento de
comunidades autosustentables y ecológicamente respetuosas (ecoaldeas), sin
vínculos con la sociedad capitalista:
“Algunos
survivalistas verdes ya han decidido cortar la mayor parte de sus vínculos con
la sociedad industrial y empezar a vivir desconectados de la red eléctrica. Por
todo el planeta han surgido iniciativas experimentales, como las Ecoaldeas y
las comunidades salvavidas (Lifeboat communities), que se esfuerzan por ser tan
respetuosas con la Tierra, resilientes y sostenibles como sea posible. Otras
personas han montado organizaciones de base que faciliten la transición de sus
comunidades, ciudades y Estados y las liberen de la dependencia de una economía
global transformadora del clima adicta a los combustibles fósiles.
Después
de un año como el 2020, el número de personas que han adoptado el survivalismo
o supervivencialismo ha aumentado de forma espectacular. A diferencia de la
mayor parte de los estadounidenses, los survivalistas no asumen que sus
comunidades no se verán asoladas por las pandemias, golpeadas por los
huracanes, inundaciones, sequías o incendios forestales. Prevén que puede
llegar un día en que no haya comida en los supermercados, agua limpia en el
grifo, electricidad en la red, gasolina en los surtidores, dinero en los
cajeros automáticos y medicinas en las farmacias y hospitales.
Pero,
por el momento, la mayor parte de los survivalistas son ‘preparacionistas’ a
corto plazo. Se preparan para desastres meteorológicos pasajeros, no para el
colapso prolongado de la sociedad industrial. Se preparan, como individuos,
familias o pequeños grupos, para calamidades temporales como terremotos,
pandemias, desastres climáticos o crisis económicas. Se centran en almacenar
comida, agua y otros productos básicos; se arman y aprenden habilidades para
sobrevivir y primeros cuidados médicos (…)
A
diferencia de los preparacionistas, los survivalistas verdes ya están creando
alternativas a la civilización industrial. Construyen ecoaldeas permanentes
–asentamientos diseñados para convertirse en ‘modelos pujantes de un mundo
futuro’. Aunque las ecoaldeas actuales surgen en la periferia experimental de
la sociedad, su éxito futuro resulta vital porque cada vez es más urgente el
conocimiento de las habilidades cruciales para sobrevivir al fracaso del
sistema. Sus estrategias de supervivencia y recuperación requieren recomponer
las relaciones y volver a aprender las técnicas que nuestros ancestros
preindustriales utilizaban para cultivar y conservar los alimentos, hacer ropa
y herramientas, construir hogares y talleres, generar energía renovable,
reciclar los recursos y crear una cultura viva que honre a la Tierra.
Los
survivalistas verdes guardan la esperanza de que los seres humanos cobren
conciencia sobre el peligro universal, superen la adicción a los combustibles
fósiles y abandonen la economía ecocida que busca el beneficio a expensas de
las personas y del planeta. Para poder crear una alternativa sostenible, estos
bioneros se han comprometido a sanar la relación tóxica de la humanidad con la
Tierra integrando la sabiduría de las culturas indígenas con los puntos de
vista más prácticos de la ciencia y la ecología. Los ecoaldeanos esperan
suavizar la gravedad del inmediato colapso iniciando una contracción
cooperativa hacia sociedades más simples y más resilientes localmente, capaces
de prosperar dentro de la capacidad de carga de su bioregión. Los survivalistas
creen que una red de ecoaldeas podría proporcionar botes salvavidas respetuosos
con la Tierra ante el titánico naufragio de la civilización industrial” https://rebelion.org/ecoaldeas-y-saqueadores-quien-sobrevivira-al-colapso/ Traducido por Paco Muñoz de Bustillo. Fuente
original: https://www.counterpunch.org/2021/03/19/villagers-pillagers-who-will-survive-the-collapse/
Salvo algunas diferencias, el ‘survivalismo’ descrito
en la cita anterior no es más que el mismo comunismo de tipo originario (no tiene nada que ver con el seudocomunismo totalitario), cosmovisión contraria al
capitalismo, sin Estado, sin propiedad privada de los medios de producción y de
cambio, sin desigualdad socioeconómica, sin explotación, sin pobreza y
ecológicamente responsable, tal cual como lo experimentado a lo largo de la
historia por numerosos pueblos aborígenes “primitivos” en los cinco continentes.
Ahora bien, más allá de que el colapso del mundo capitalista pudiera ocurrir
por guerras mundiales, o desastres naturales, económicos o biológicos incontrolables
por las élites y los Gobiernos, los ciudadanos comunes tendrían que actuar con
contundencia sin esperar este colapso. Debería haber una masiva rebelión global
desde abajo a la brevedad, que evite un mayor daño socioeconómico y ecológico y
la desarticulación y deshumanización más profundas de la sociedad, e intente
implantar el ‘survivalismo’, comunismo o como quiera llamársele a la concepción
de vida que a fin de cuentas evitaría la destrucción total de los ecosistemas y
la extinción del Homo “Sapiens”.
Los estallidos sociales de mayor o menor
magnitud que han ocurrido en algunas partes del orbe en plena emergencia
sanitaria, indican que una buena parte de la humanidad está dispuesta de una vez por todas a luchar
sin cuartel contra el nuevo orden mundial y su plan de consolidar la criminal
corporocracia o Gobierno de las corporaciones, ultraeconómico y por tanto excluyente
y desigual por donde se le vea, considerando que para las élites hasta el agua y
otros recursos vitales del día a día serían mercancías en toda la extensión de
la palabra.
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