Contra la crisis global, una rebelión global desde abajo


 Rubén Alexis Hernández

 

La crisis global a raíz en buena medida de la pandemia por COVID-19 y su manejo perverso por los Gobiernos mundiales, en claro apoyo a la élite económica, comprende la quiebra de muchísimas empresas pequeñas y medianas, la casi destrucción de aparatos productivos estatales, la pérdida de centenares de millones de empleos, la proliferación del trabajo informal, una inflación bien elevada, el refinanciamiento de las deudas externas, la reducción notable de la inversión social y una pobreza y miseria quizá sin precedente en la historia. Un panorama bien oscuro el actual y lo que se viene no es precisamente algo mejor, considerando que el nuevo orden mundial en ciernes pretende consolidarse, y con ello el Gobierno de las corporaciones o corporocracia, neoliberal, totalitaria, opresora, excluyente, desigual y ecocida a más no poder, en la que se profundizaría la concentración de los medios de producción y de cambio en pocas manos, mientras que un mayor número de seres humanos tendría que conformarse con muy escasos recursos financieros. Incluso podría acelerarse la destrucción de la vida animal y vegetal en el planeta, y con ello la extinción del Homo “Sapiens”.

 

Para colmo está en plena construcción la sociedad digital-cibernética en el marco de la IV Revolución Industrial, que ha recibido un gran impulso durante la emergencia sanitaria gracias a medidas como el confinamiento y el distanciamiento social. Estaríamos a las puertas del triunfo de la automatización casi completa de todo aspecto en la vida pública y privada y del uso masivo de dispositivos electrónicos, máquinas supermodernas, herramientas de punta, elementos innovadores y robots para, entre otras cosas: a) vigilar y controlar estrechamente a la población; b) dar origen y fortalecer a empresas de tipo informático-tecnológico, en especial las que manejan un elevado capital, consolidándose así una especie de oligopolio electrónico-virtual; c) acelerar cada vez más la movilización de grandes cantidades de dinero, bien como ganancias o pérdidas; d) continuar con el desplazamiento de los humanos en diversos ámbitos, en especial en el laboral, profundizándolo de forma extraordinaria; e) lograr transformaciones físicas más notables en numerosos individuos (creación de ‘cyborgs’, por ejemplo); f) concretar una especie de relacionamiento masivo on-line o a distancia como una situación cotidiana normal, por encima de la interacción social directa hasta hoy conocida; g) ‘virtualizar’ en gran medida el acceso a áreas prioritarias como la salud y la educación, y a los servicios básicos. En términos generales, esta sociedad digital-cibernética en avanzada formación, va de la mano con el nuevo orden mundial corporocrático-totalitario que trata de ser consolidado, e irá aportando su “grano de arena” negativo en cuanto al desempleo, a la pobreza y miseria, a la desarticulación social y a la deshumanización sin precedentes. Una sociedad muy excluyente y desigual, sin comparación con otra del pasado, a pesar de la defensa que de ella hacen los ‘gurúes’ de la automatización; en sí mismo el mundo digital-cibernético excluiría a numerosos ciudadanos, considerando, a grandes rasgos, la prevalencia del analfabetismo tecnológico y el elevado costo de equipos de computación, de diversos dispositivos electrónicos, de teléfonos “inteligentes” y de un buen servicio de internet.

 

Ante el terrible panorama descrito en los párrafos anteriores, es lógica la reacción social común en todos los rincones del orbe, intentando evitar que los poderosos continúen con sus perversos planes económico-sociales y de otras índoles. Y aunque la resistencia activa, mediante diversas formas de protesta y algunas propuestas de cambio, es por ahora de baja intensidad y con una relativamente escasa participación popular, como para considerarse una rebelión global masiva, es indudable la presencia de una creciente inconformidad ciudadana con la tragedia que vivimos. Lo que pasa en Colombia y en otros países de América, por ejemplo, es una clara evidencia de que la mayoría, conformada por los de abajo, no piensa dejar que la sigan pisoteando las élites (los de arriba) en defensa de sus oscuros intereses; posiblemente las reacciones irán incrementándose en toda la Tierra, y en definitiva pudieran liquidar al capitalismo a largo plazo y forjar una nueva concepción de vida, económica, social y ecológicamente solidaria y equilibrada.

 

Algunas de las respuestas sociales en el globo a la crisis internacional agravada por la pandemia de COVID-19, tienen que ver con un posible colapso del orden capitalista superindustrializado-extractivista, debido a desastres de todo tipo que acabarían con el mundo como lo conocemos hasta ahora. La creencia de que ocurrirán otras pandemias, guerras mundiales y/o megacatástrofes climáticas, económicas, socioecológicas o químicas, han impulsado como nunca el llamado ‘survivalismo’ o ‘supervivencialismo’, forma de vida consistente en el establecimiento de comunidades autosustentables y ecológicamente respetuosas (ecoaldeas), sin vínculos con la sociedad capitalista:

 

“Algunos survivalistas verdes ya han decidido cortar la mayor parte de sus vínculos con la sociedad industrial y empezar a vivir desconectados de la red eléctrica. Por todo el planeta han surgido iniciativas experimentales, como las Ecoaldeas y las comunidades salvavidas (Lifeboat communities), que se esfuerzan por ser tan respetuosas con la Tierra, resilientes y sostenibles como sea posible. Otras personas han montado organizaciones de base que faciliten la transición de sus comunidades, ciudades y Estados y las liberen de la dependencia de una economía global transformadora del clima adicta a los combustibles fósiles.

 

Después de un año como el 2020, el número de personas que han adoptado el survivalismo o supervivencialismo ha aumentado de forma espectacular. A diferencia de la mayor parte de los estadounidenses, los survivalistas no asumen que sus comunidades no se verán asoladas por las pandemias, golpeadas por los huracanes, inundaciones, sequías o incendios forestales. Prevén que puede llegar un día en que no haya comida en los supermercados, agua limpia en el grifo, electricidad en la red, gasolina en los surtidores, dinero en los cajeros automáticos y medicinas en las farmacias y hospitales.

 

Pero, por el momento, la mayor parte de los survivalistas son ‘preparacionistas’ a corto plazo. Se preparan para desastres meteorológicos pasajeros, no para el colapso prolongado de la sociedad industrial. Se preparan, como individuos, familias o pequeños grupos, para calamidades temporales como terremotos, pandemias, desastres climáticos o crisis económicas. Se centran en almacenar comida, agua y otros productos básicos; se arman y aprenden habilidades para sobrevivir y primeros cuidados médicos (…)

 

A diferencia de los preparacionistas, los survivalistas verdes ya están creando alternativas a la civilización industrial. Construyen ecoaldeas permanentes –asentamientos diseñados para convertirse en ‘modelos pujantes de un mundo futuro’. Aunque las ecoaldeas actuales surgen en la periferia experimental de la sociedad, su éxito futuro resulta vital porque cada vez es más urgente el conocimiento de las habilidades cruciales para sobrevivir al fracaso del sistema. Sus estrategias de supervivencia y recuperación requieren recomponer las relaciones y volver a aprender las técnicas que nuestros ancestros preindustriales utilizaban para cultivar y conservar los alimentos, hacer ropa y herramientas, construir hogares y talleres, generar energía renovable, reciclar los recursos y crear una cultura viva que honre a la Tierra.

 

Los survivalistas verdes guardan la esperanza de que los seres humanos cobren conciencia sobre el peligro universal, superen la adicción a los combustibles fósiles y abandonen la economía ecocida que busca el beneficio a expensas de las personas y del planeta. Para poder crear una alternativa sostenible, estos bioneros se han comprometido a sanar la relación tóxica de la humanidad con la Tierra integrando la sabiduría de las culturas indígenas con los puntos de vista más prácticos de la ciencia y la ecología. Los ecoaldeanos esperan suavizar la gravedad del inmediato colapso iniciando una contracción cooperativa hacia sociedades más simples y más resilientes localmente, capaces de prosperar dentro de la capacidad de carga de su bioregión. Los survivalistas creen que una red de ecoaldeas podría proporcionar botes salvavidas respetuosos con la Tierra ante el titánico naufragio de la civilización industrial”  https://rebelion.org/ecoaldeas-y-saqueadores-quien-sobrevivira-al-colapso/  Traducido por Paco Muñoz de Bustillo. Fuente original: https://www.counterpunch.org/2021/03/19/villagers-pillagers-who-will-survive-the-collapse/

 

Salvo algunas diferencias, el ‘survivalismo’ descrito en la cita anterior no es más que el mismo comunismo de tipo originario (no tiene nada que ver con el seudocomunismo totalitario), cosmovisión contraria al capitalismo, sin Estado, sin propiedad privada de los medios de producción y de cambio, sin desigualdad socioeconómica, sin explotación, sin pobreza y ecológicamente responsable, tal cual como lo experimentado a lo largo de la historia por numerosos pueblos aborígenes “primitivos” en los cinco continentes. Ahora bien, más allá de que el colapso del mundo capitalista pudiera ocurrir por guerras mundiales, o desastres naturales, económicos o biológicos incontrolables por las élites y los Gobiernos, los ciudadanos comunes tendrían que actuar con contundencia sin esperar este colapso. Debería haber una masiva rebelión global desde abajo a la brevedad, que evite un mayor daño socioeconómico y ecológico y la desarticulación y deshumanización más profundas de la sociedad, e intente implantar el ‘survivalismo’, comunismo o como quiera llamársele a la concepción de vida que a fin de cuentas evitaría la destrucción total de los ecosistemas y la extinción del Homo “Sapiens”.

 

Los estallidos sociales de mayor o menor magnitud que han ocurrido en algunas partes del orbe en plena emergencia sanitaria, indican que una buena parte de la humanidad está dispuesta de una vez por todas a luchar sin cuartel contra el nuevo orden mundial y su plan de consolidar la criminal corporocracia o Gobierno de las corporaciones, ultraeconómico y por tanto excluyente y desigual por donde se le vea, considerando que para las élites hasta el agua y otros recursos vitales del día a día serían mercancías en toda la extensión de la palabra.

 


 

 

 

 

 

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