El espejismo de los bonos por COVID-19
Rubén Alexis Hernández
La
actual emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19 y la consecuente
semiparalización económica global derivada en gran medida del confinamiento
forzado, ha dejado hasta ahora un lamentable saldo de centenares de miles de
empresas pequeñas y medianas quebradas sólo en el hemisferio occidental,
aparatos productivos estatales cuasidestruidos, enormes endeudamientos
externos, pérdida acelerada de la inversión social, crecientes recortes salariales
y laborales, millones y millones de desempleados y mucha más pobreza y miseria
en todos los rincones del orbe. Como respuesta parcial de los gobiernos en
muchas naciones, se comenzó a dar bonos para “compensar” de cierta manera a los
numerosos ciudadanos comunes perjudicados por la pandemia (en algunos países se
han estado dando bonos desde mucho antes de la presente emergencia)
Ahora
bien, en el párrafo precedente se entrecomilló el término compensar,
considerando que dichos bonos en realidad no son una ayuda como tal para las
personas que los están recibiendo. En primer lugar, las cantidades repartidas,
que van desde unos cuantos dólares hasta algunos cientos de los verdes por mes
(o su equivalente en otras monedas), dependiendo del país que los otorgue, no
alcanzan para cubrir más que algunas necesidades básicas. En segundo lugar, no
son otorgados a todos quienes necesitan auxilios económicos por su pobreza o
miseria, ni con la frecuencia deseada por los beneficiarios; el grueso de las
ayudas estatales ha sido para las corporaciones globales. En tercer lugar, los
bonos no son repartidos por filantropía, sino por razones como las siguientes:
1.-
Aumentar el gasto público para tratar de que crezca el consumo en un periodo
caracterizado por una fuerte contracción económica. Para los Estados y quienes los dirigen es
prioritario preservar el Statu Quo.
2.-
Reducir gastos generales en cuanto a sueldos y prestaciones, mediante la
entrega de “ayudas” monetarias a un número limitado de personas, en vez de
aumentar o al menos preservar los salarios y ciertos beneficios laborales en
plena crisis socioeconómica.
3.-
Hacer creer a los necesitados que las élites están conformadas por individuos
benevolentes, que se preocupan por los ciudadanos de abajo en épocas de
emergencia como la actual. Y que crean, además, que no son personajes egoístas,
ególatras, fríos, codiciosos, inmorales e injustos, sino constructores de un
orden mundial neoliberal-benefactor necesario para garantizar el bienestar, la
prosperidad y la protección de toda la humanidad en lo sucesivo, sin distingo
socioeconómico.
Entonces
los bonos estatales lejos de ayudar realmente a los necesitados durante una
crisis como la actual, no son más que ‘limosnas’ o colaboraciones monetarias
escasas y ocasionales, que de ninguna manera contribuyen a solucionar el
problema de la pobreza y miseria de forma estructural. Y no lo solucionan,
simple y sencillamente porque al capitalismo no le interesa el bien económico
de la mayoría por medio de una distribución más o menos justa de la riqueza vía
salarios y prestaciones; el capitalismo per
se genera pobres y miserables en cantidades industriales, en especial el
neoliberalismo que pretende consolidarse en el planeta, mediante un nuevo orden
corporocrático-totalitario. Por lo tanto la entrega de bonos y de otras “ayudas”
por parte de los Estados burgueses, caracterizados también por ser
asistencialistas, no es más que una medida superficial que en nada perjudica al
Statu Quo. Es dar el pescado de forma limitada al humilde, en vez de enseñarlo
a pescar.
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