Etapa oscura para la humanidad
Rubén Alexis Hernández
La pandemia por COVID-19 y su manejo perverso por las élites y los Gobiernos, generó y seguirá generando terribles consecuencias para la casi totalidad de la humanidad, en especial en el ámbito económico. La semiparalización industrial y comercial a escala planetaria gracias a la emergencia sanitaria, ha ocasionado inflación, endeudamiento, desempleo (ha servido como excusa absurda para ejecutar despidos masivos), pobreza, miseria y hambre, profundizando la crisis socioeconómica que afecta a la mayoría desde hace algunas décadas, en el marco de la decadencia imperial de Estados Unidos, de los manejos sucios del sector financiero, del afianzamiento de nuevas potencias y de la formación de un nuevo orden mundial totalitario-neoliberal-digital, mal llamado globalización por algunos estudiosos, mediante el que el gran capital global pretende imponerse definitivamente en el orbe.
En términos generales se puede afirmar que con un saldo parcial de millones de pequeñas y medianas empresas quebradas o debilitadas, de aparatos productivos estatales destruidos en buena medida, de centenares de millones de desempleados, de crecientes recortes salariales y sociales, de un altísimo costo de la vida y una pobreza y miseria quizá sin precedentes, la pandemia por el coronavirus, en cuyo origen y expansión global está metida la mano de los poderosos con la intención de provocar cambios profundos, ha sido un claro punto de inflexión o coyuntura en la historia reciente, y el inicio de un periodo bien oscuro para la humanidad. Periodo en el que, de no reaccionar enérgica y masivamente los oprimidos de la Tierra, o de no haber una o varias catástrofes naturales, biológicas o militares incontrolables para las élites, el alto capitalismo convertido en una corporocracia totalitaria, se consolidará y dominará todos los aspectos de la vida pública y privada del ser humano, hasta el punto que el agua dulce y otros recursos naturales-cotidianos vitales llegarían a ser mercancías de acceso imposible para una importante parte de la población mundial.
En los años oscuros por venir sin duda las élites y los Gobiernos en el marco del neoliberalismo, querrán someter a su voluntad al resto de la humanidad, reduciéndola a la nada en cuanto a la conciencia, al pensamiento crítico, a la libertad en general, al empoderamiento y a otros elementos que se supone caracterizan lo humano para cada individuo y para los pueblos. Se impondría lo supranacional, los países quedarían sujetos a los intereses globales, el dinero sería más dios y más idolatrado que nunca y su propiedad se concentraría en un número cada vez más menor de individuos, que no dudarían en hacer lo que consideren necesario para asegurar la consolidación y perpetuidad del orden mundial totalitario-corporocrático, incluso reducir la población económicamente nula o insignificante mediante guerras interimperialistas como la que podría denominarse III guerra mundial (que ya se viene dando entre Estados Unidos, China, Rusia y sus aliados), y por medio de pandemias más devastadoras que la actual, por ejemplo. Saben bien las mentes tenebrosas que gobiernan la Tierra, que las catástrofes y crisis planificadas y controlables en diversos ámbitos son perfectos aliados para obtener notables beneficios económicos, para controlar mejor a la mayoría, para tratar de perjudicar a otros poderosos (naciones influyentes y corporaciones, como en el caso actual de Estados Unidos a China o viceversa), para violar derechos humanos de forma abierta y descarada, para sumir a casi todos los habitantes del orbe en un enorme caos y estado de indefensión, y para causar tragedias y pobreza, miseria, muerte y desesperanza a más no poder.
A muchos aún sorprende que una parte de la humanidad sea capaz de aprovechar desastres de diferente índole para alcanzar objetivos individualistas-mezquinos, específicamente económicos-financieros, sobre todo cuando se trata de emergencias sanitarias como la que hoy azota a la Tierra. Pero la realidad histórica demuestra que para los poderosos prácticamente no ha habido límites respecto a sus intereses, y en nuestros días además de poder generar crisis de manera intencional, se benefician ampliamente de los desarrollos y resultados de éstas. En verdad las élites han sido unas escorias a quienes ha importado nada el bienestar del resto de sus semejantes; acumular y reproducir capital ha sido lo único que los ha motivado, y para ello han actuado de la forma más egoísta y perversa posible.
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