¿La izquierda está muerta?


Rubén Alexis Hernández

En las últimas semanas, en el contexto de la profunda crisis que padece Venezuela, han aparecido varios escritos en diversos portales de internet del mundo, advirtiendo con gran alegría que la izquierda ahora si está muerta, que el desastre derivado de la administración del señor Maduro demuestra que más que nunca el capitalismo es la solución, y que el socialismo y el comunismo jamás dejarán de ser utopías. En fin, que la izquierda no tiene razón de ser y que toda la humanidad tiene que estar de rodillas ante la economía de “libre” mercado, la única conducente a la felicidad suprema de los pueblos. De cierta manera una especie de replanteamiento del fin de la historia de Francis Fukuyama, obviamente guardando las distancias respecto a la tesis del asesor estadounidense.

Ahora bien, no deberían alegrarse sobremanera los críticos feroces de la izquierda respecto a lo que ha sucedido en Venezuela y otros países del mundo. Y es que no ha existido un solo Gobierno de izquierda en la historia mundial (en ciertas comunidades aborígenes con comunismo primitivo no hubo un Gobierno ni un poder como tal), ni aún los de la extinta Unión Soviética, Cuba, China y pare de contar; todos fueron procapitalistas y proimperialistas, e incluso la Unión Soviética (hoy Rusia) y China han ejercido un gran dominio económico, geopolítico, financiero, territorial y militar sobre otras naciones. Por regla general la filosofía de la “izquierda” a nivel de la alta política no es más que un cascarón vacío, útil como discurso electorero, como herramienta para gobernar y como excusa para ejercer la oposición política (si una dirigencia política es de derecha, su contraparte debe ser de “izquierda”).

Y en cuanto a los intelectuales y asesores que han construido la base ideológica de dichos Gobiernos, pues nada o poco han tenido que ver con una izquierda real, si bien la mayoría leyó a Marx y a un puñado de teóricos supuestamente anticapitalistas (¿Marx, Engels y Lenin fueron anticapitalistas?). No han sido más que unos vulgares oportunistas, aduladores y arrastrados al mejor postor, sea éste de “izquierda” o de derecha. Muy sesudos esos intelectuales de seudoizquierda, pero cuando de una u otra manera forman parte del poder, solo andan tras beneficios de todo tipo, desde la publicación de algunos libros, hasta la entrega de reconocimientos  y la obtención de dinero contante y sonante por las loas y el apoyo “incondicional” a los gobernantes. Les importa un carajo el bienestar de los ciudadanos comunes, más allá de toda la verborrea “socialista” y “comunista”.

De manera que el fracaso de Gobiernos “socialistas” y “comunistas” no ha significado la derrota para la izquierda sino el fracaso del mismo capitalismo, solo que camuflajeado teóricamente por cierta intelectualidad; en el caso de Venezuela, por ejemplo, magistral y perversamente el poder nacional promovió, construyó y socializó a partir de 1999 la categoría socialismo del siglo XXI,  para manipular y hacer creer a los pobres que iba a surgir un sistema económico-político que los ayudara en verdad, y para justificar la existencia de una   oposición política contestataria  y rebelde, aunque solo en apariencia. Categoría que no ha pasado del discurso, a menudo confuso, pero que ha garantizado al gran capital local y foráneo que siga haciendo de las suyas. Tan buena ha sido la construcción e implantación mental-social de categorías para hacer creer en la existencia de Gobiernos de izquierda, que millones de individuos en algunos países casi que han jurado que son gobernados por autoridades izquierdistas, tanto los seguidores como los detractores. ¿Puede creerse que en la Venezuela actual aún hay numerosos ciudadanos que creen que  Nicolás Maduro es un presidente de izquierda, obrerista, anticapitalista y bla bla bla, no obstante haber demostrado lo contrario?, ¿cómo puede ser de izquierda y obrerista una administración que produce  mayor pobreza cada día que pasa, y que con la brutal liberación de precios y megadevaluación no hace sino perjudicar a más no poder a los asalariados, más allá del evidente daño que también han ocasionado las sanciones y bloqueos internacionales?

Pero entonces, ¿no existe la izquierda como tal? Sí existe, pero la verdadera izquierda jamás ha estado vinculada con el poder, pues su naturaleza es anticapitalista y antiimperialista, y no sólo en la teoría sino en la práctica se conoce a un auténtico izquierdista, quien además es humilde, irreverente, sufre por el sufrimiento de sus semejantes,  y lucha día tras día por la transformación de este mundo de porquería infectado por el virus capitalista. La izquierda, en esencia, fue, es y  será siempre opuesta al poder. Claro está que la izquierda auténtica no ha estado exenta de ataques, y no sólo por autores en publicaciones impresas y digitales de la derecha, evidentemente procapitalistas, sino por supuestos anarquistas en algunas publicaciones  “libertarias”. Y esto último es  difícil de entender considerando que el anarquismo, hasta donde sabemos, plantea la necesidad de eliminar a ese poderoso instrumento de dominio y opresión social como es el Estado, y por lógica debería igualmente estar en contra del capitalismo, debido a que este sistema económico-cosmovisión está indisolublemente vinculado al Estado y viceversa. Cada uno se apoya en el otro. Es bien posible que estos anarquistas no hayan sido tales, sino simples opositores gubernamentales de derecha y en el fondo procapitalistas e incluso proimperialistas, disfrazados de anarquistas ciertamente. En este sentido, ¿sabía usted amigo lector que  esos dizque anarquistas prácticamente no atacan al capitalismo, ni a sus operadores políticos de derecha, ni al intervencionismo de las potencias mundiales en todos los rincones del orbe, salvo que se trate del ejercido por naciones de “izquierda”? No obstante condenan con saña a la verdadera izquierda, confundiéndola con aquella que se arrastra ante el poder. Critican a la izquierda auténtica a pesar de que ésta sí es anticapitalista, antiimperialista, plantea la eliminación del Estado burgués  y propone el surgimiento de la autogestión comunitaria en todos los ámbitos de la vida social.

Y para finalizar el presente escrito, es una verdad absoluta que hay una izquierda y está más viva que nunca, bien diferenciada de aquella vinculada con el poder por medio de teóricos e intelectuales capaces de mutar para adular incluso a Gobiernos abiertamente derechistas. Hay una izquierda que jamás morirá, al menos mientras las élites opriman a la mayoría en el planeta entero, una izquierda que no morirá mientras exista una enorme desigualdad e injusticia socioeconómica, una izquierda que no morirá mientras la vida en el planeta, incluida la del homo sapiens, esté en riego de extinción por culpa de la irracional codicia de una minoría. Es una izquierda fuerte a pesar de los ataques de diversos frentes, del limitado número de miembros (por ahora) y de poseer escasos recursos económicos para afrontar la dura lucha diaria contra el sistema dominante.

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